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viernes, 3 de diciembre de 2010

EL TALANTE DEMOCRÁTICO

Por: Pedro Felipe Tapia Mosquera


Según el significado que trae el diccionario de la Real academia española de la lengua, la palabra talante corresponde a voluntad, deseo o gusto por algo.

Muchas líneas ha suscitado en el transcurso de la semana, en los principales diarios del mundo, el escándalo por las revelaciones de los documentos en donde la política exterior estadounidense queda frente a la opinión pública mundial, desnuda, respecto de los verdaderos fines que mueven su supuesta diplomacia, develando lo que ha sido por décadas un secreto a voces, frente a la doble moral de un estado que se arroga el derecho de calificar el cumplimiento de los derechos humanos en otros países, de descalificar mandatarios por ejecutar actos antidemocráticos y de certificar la lucha contra las drogas y el crimen.

No es sorprendente entonces, que Washington esté preocupada por las consecuencias en sus relaciones internacionales, no sólo por los calificativos desobligantes con que se refiere a mandatarios como Sarkozy y Berlusconi, sino porque su política internacional recurre a actividades contrarias a derecho o lo que es lo mismo, que configuran delitos, como el seguimiento a través de interceptaciones y de sus datos personales de nada más y nada menos que ¡del secretario general de las naciones unidas!

Ya estoy escuchando al presidente de boina roja de nuestro vecino petrolero: “¿Cómo vienen pitiyanquis ustedes ahora a reclamarme por ser un antidemócrata y tirano? si se les cayó la máscara que demuestra su imperialismo?. ¡Menuda papaya! Y no sólo a este comunista de gruesa chequera, autos lujosos y desinteresada familia de gobernantes, ya oigo también a Kim Jong-il en Corea del Norte justificando su refuerzo nuclear para evitar el imperialismo galopante develado en estos documentos, o al mismo Osama, el ajedrecista oriental cuya estrategia consiste en tumbar las torres y amedrentar alfiles para acercarse al rey, vociferando que todas sus acciones quedan justificadas porque quedó demostrado el interés de los infieles por expandir el manto diabólico del gran Satán por el mundo.

Este escándalo fue el colofón en la prensa local, con no menos tinta y espacio en radio y televisión que aquel, de otro suscitado por el popularísimo expresidente Uribe, que salió en defensa del exilio de su ex funcionaria María del Pilar Hurtado, y de otros tantos investigados por supuestos hechos criminales, para que utilizaran esta figura bajo el entendido de que en Colombia no existen garantías para un juicio justo, ya que todo está enmarcado dentro de una persecución de terroristas y delincuentes al que hacen eco los medios de comunicación, para atacar a quién gobernó con mano de hierro frente a estos, quienes en venganza están empeñados en desacreditarlo.

En ambas situaciones encontramos interceptaciones telefónicas, seguimientos a cuentas bancarias y campañas de desacreditación, y en ambas se justifican tales medidas bajo la guarda de la seguridad nacional, la lucha contra el terrorismo, la preservación del estado, la voluntad popular.
No se puede estar de acuerdo con que el demencial ataque contra las torres gemelas es un acto legítimo de guerra y que fue la respuesta justa en contra del intervencionismo norteamericano en oriente, ni tampoco con que volar un club o un oleoducto, secuestrar ciudadanos en las carreteras, financiarse del narcotráfico y volar pueblos con cilindros de gas, corresponde a una lucha legítima de un pueblo empobrecido y explotado que únicamente tiene representación en un ejército de niños analfabetos con el cerebro lavado por el odio y el resentimiento, así como tampoco la respuesta depravada de narcotraficantes que bajo la égida de la lucha antisubversiva cometió los más atroces crímenes que hubieran espeluznado al mismo Friederich Engel “El Carnicero” de las SS y se apoderó de las mejores tierras del país.

Pero no pueden hechos tan detestables y motivos tan nobles como el salvaguardar la seguridad de los ciudadanos de una nación, convertirse en los motivos centrales para ejecutar actos contrarios a la ley y a los principios democráticos, por más popularidad que los objetivos perseguidos generen.

Desde que Platón y Aristóteles estructuraron esta forma de gobierno, ha corrido demasiada sangre para lograr consolidar los principios que sustentan la democracia moderna, entre los más caros la igualdad y la no arbitrariedad, que consolidan el ideal de una sociedad justa de hombres libres e iguales

La sangre derramada por millones de seres humanos para lograr esa meta lo es en vano, cuando los hechos ilegales se justifican por razones de estado e índices de popularidad, “el sentir popular” como se lo ha denominado, es el más peligroso de todos, bajo ese sentir popular los nazis casi destruyen el mundo.

Nadie desconoce que Estados Unidos ha sido un ejemplo de progreso y cuna de los ideales democráticos que sirvieron para que otros estados pudieran surgir y conformarse como tales y que sus poderes han determinado que los valores de libertad e igualdad sean faro de sus decisiones y ejecuciones.

De igual manera, nadie desconoce que los 8 años de gobierno del presidente Uribe dejaron para Colombia progresos importantes en diversos campos, entre ellos el más importante, el ganar terreno a una seguridad que se encontraba secuestrada por los violentos.

Pero estos caros objetivos, no pueden lograrse a cualquier precio, una cosa es usar herramientas como la inteligencia militar o policial para luchar contra terroristas y otra muy diferente usarla para neutralizar contradictores políticos, periodistas, jueces, jefes de estado o directivos de organismos internacionales, de ahí, a que se haga lo que en las dictaduras se hace con los ciudadanos, es decir con usted o conmigo, lo que se les dé la gana, no hay ni medio paso.

Ese derecho ganado en contra de la arbitrariedad, repito, se logró a costa de mucha sangre, para venir a perderlo de un plumazo, nada justifica pisotear la legalidad, dando aires de legitimidad a las razones de estado, no puede el presidente Uribe comportarse, no como uno de los mejores jefes de estado y gobierno que ha tenido Colombia, sino como el jefe de una banda que aconseja a sus compinches volarse de la ley, no hay en ese comportamiento voluntad, deseo o gusto por los principios democráticos, es decir, perdió el talante democrático.

El talante democrático, exige reconocer que el poder del Estado está limitado por la Constitución de un país y sus leyes, desconocerlas o manifestar que no ofrecen garantías o bien indican que un estado está inmerso en una dictadura o es una democracia enferma en camino al absolutismo.

Simón Bolívar indicaba que "Sólo la democracia... es susceptible de una absoluta libertad, libertad que se define como el poder que tiene cada hombre de hacer cuanto no esté prohibido por la ley" por tal motivo el todo vale y el fin justifica los medios, pueden ser salidas eficaces, generar simpatías e incluso ser populares, pero cuando devienen en ilegales, corroen los principios de libertad e igualdad y el propio estado termina convertido en el destructor de las sociedades democráticas.

Muy bien quedarían el gobierno estadounidense y el expresidente Colombiano, reconociendo que sus manifestaciones han sido salidas en falso, y que si funcionarios de tal o cual estado desarrollaron actividades contrarias a la ley, deben someterse a la justicia, y que ambos, gobierno Americano y expresidente, están dispuestos a asumir las consecuencias políticas o judiciales derivadas de sus colaboradores en la medida de sus responsabilidades.