ALFREDO SARMIENTO NARVÁEZ
La propuesta era:
Construir el Estado Comunitario. La seguridad democrática como necesario medio y no como fin en sí misma. Adelantar cuatro luchas: contra la guerrilla, el paramilitarismo, el narcotráfico y contra el clientelismo y la politiquería.
Un balance es:
El Estado Comunitario se diluyó; no hay un cuerpo de doctrina que trace una visión comunitaria de persona, sociedad y Estado. La legítima autoridad que inspira inteligente obediencia devino en poderes apoltronados que explican pusilánimes servilismos. El Estado de Opinión facilita el tránsito de las ideas hacia el imperio de las imágenes. La Seguridad Democrática se presenta ahora como fin en sí misma.
Es justo reconocer que las luchas contra la guerrilla y el paramilitarismo han tenido avances. Ninguna de estas expresiones de violencia tiene ya la magnitud de hace 8 o 10 años, cuando arrogantes se desplegaban en la geografía colombiana, amedrentando a los ciudadanos y a la sociedad y cooptando algunas instituciones. La Seguridad Democrática como medio arrojó resultados. Los lunares de los falsos positivos y el escándalo de las chuzadas sin lugar a duda quitaron base de legitimidad a la política de la Seguridad Democrática. El gobierno ante esos lunares tomó tardías y erráticas decisiones que ayudaron a mantener su imagen. La justicia, a la fecha, ha arrojado magros resultados en esas investigaciones cuando sólo mandos medios se han visto involucrados y recientemente algunos fueron liberados por vencimiento de términos.
Lo que queda de guerrilla y paramilitarismo no son más que farsantes discursos revolucionarios y contrainsurgentes, sin autoridad para agitar banderas sociales, de soberanía nacional o de seguridad. Ambos son expresiones de la criminalidad y el narcotráfico, fenómeno este último que ha sido enfrentado en Colombia dentro de los términos de un paradigma establecido y acatado en el concierto mundial, en el que los márgenes de maniobra e innovación son casi nulos y a la hora de mirar los resultados, afloran el desaliento y la perplejidad ante la permanencia del problema.
Los problemas y posibles soluciones de la agenda nacional se reducen a la estéril mirada de declararse uribista o antiuribista, giro lingüístico para decir realmente derechista o izquierdista. Las loas al caudillo o las catilinarias contra éste son el pan diario del debate: que si es el mesías, que si es el diablo, quedando la sociedad en un estado pueril para leer con sentido de autonomía y responsabilidad sus circunstancias presentes y futuras.
La lucha contra el clientelismo y la politiquería, contubernio que facilita la corrupción, empezó a trastabillar cuando se perdió el referendo en el 2003 y quedó aplazada cuando la reelección apareció en la escena. Esta lucha arroja pobres resultados; la corrupción es hoy expresión de una violencia que no ha sido enfrentada, por la que se roban las oportunidades sociales y económicas de los colombianos.
Los retos:
Profundizar el concepto de Estado Social de Derecho bajo los criterios del bien común donde empresas privadas, públicas y solidarias coadyuven a la generación de riqueza económica, capital social y equidad. Rescatar al país del dilema uribismo vs antiuribismo y enrutarlo por la creatividad, el emprendimiento, la innovación. Consolidar la recuperación de control para el Estado y las instituciones en todo el territorio nacional, garantizando la oferta social y las condiciones para el emprendimiento en esas regiones. La lucha frontal e inaplazable contra la violencia de la corrupción. Mantener la lucha contra el narcotráfico, sin perjuicio de convocar a la comunidad mundial a una revisión integral de la estrategia de lucha. Pasar de la seguridad democrática a la democracia segura, justa, incluyente, soberana e institucional.
Alfredosarmiento2019@hotmail.com
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